Ahora él había cambiado, ya no escuchaba Zz top, ahora me parecía un extraño que solo le importaba el dinero. Cuentan todos en la calle, que hubo una revolución cuando decidió cambiar de vida y se metió en el cuerpo de policía. Estaba claro que había cambiado. Yo quería que su vida, fuera como la mía y le dejé entrar en mi habitación con el fin de hacerle entrar en razón, pero el sacó su pistola. “No me dan miedo las armas” le dije mirando esa pistola que me apuntaba. No sé qué fue, lo que le impulsó a desconfiar tanto de mí, como para venir a arrestar a un viejo amigo a esas horas de la madrugada, quizá fue un rumor de esos cuya divulgación son dadas las malas lenguas. Pero a pesar de todo lo que le dijera, el seguía sentado en mi cama con los ojos clavados en mí y el rostro inexpresivo perdido sin duda en sus sentimientos.
Entonces me amenazó con dispararme. Me quedé parado sin saber qué hacer, pero él me agarró del brazo y me dijo que el pasado lo dejara aparte, porque él había cambiado, y al parecer yo también.
Muy buena ortografía Teresa. La historia está bien, pero hay demasiada paráfrasis. Intenta evitarla para la próxima vez.
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