Pero no me dan miedo las armas, o no habría tomado mi carrera dilectiva.
Yo seguía mirando con miedo esa pistola que me apuntaba, aunque sabía que no sería capaz de disparar.
Algo le impulsó a desconfiar de mí, quizá un rumor de esos a cuya divulgación son dadas las malas lenguas, pero él no parecía temerle a nada.
-tranquilicese, usted no tiene nada que temer de mí, soy pespicaz y aunque no tenga el placer de conocerle correctamente, estoy seguro de que está tan tranquilo como yo-me dijo muy seguro, como si no estuviera en juego mi vida.
a pesar de todo, no he dejado de pensar que es un hombre de bien, basta con oirle hablar para darse cuenta del tipo de persona que és.
No sabía que decir, así que me quedé parado en la puerta contemplando la pistola, y el sueco, seguía sentado en la cama con los ojos clavados en mí y el rostro inexpresivo perdido sin duda en sus pensamientos.
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